Crítica de arte - Luis Enrique Camejo


"LA CIUDAD DE LAS LUCES"

Noctámbula, bohemia, la ciudad para Luis Enrique Camejo, es también el lugar donde acontece y se desata la vida contemporánea. No son sus intimidades, ni escenas interiores los motivos de inspiración del artista. Su interés se sitúa en la relación fugaz, inmediata del hombre con su entorno. Camejo produce imágenes de la ciudad que recuerdan lugares de La Habana. Sin embargo, sus ciudades nunca dejan de ser espacios cosmopolitas y plurales. Más que regodearse en las historias colectivas, le apasiona captar el movimiento, la dinámica de la urbe, lo instantáneo de la vida. El paisaje urbano vuelve una y otra vez, en las pinturas y acuarelas, para insistir en la velocidad como premisa social. Carros, bicicletas, autobuses, transeúntes ocasionales, personajes anónimos parecen estar siempre en marcha, en una carrera continua resultado de una realidad violentamente agitada.
La luz es la protagonista de la obra. Es el elemento que compone y enmienda las atmósferas enrarecidas de sus paisajes, cuyas imagenes parecen tener, en la mayoría de los casos, una relación especial con la estética del cine negro americano. El dibujo diseña la anatomía de los espacios comunes, aunque a veces la mancha queda emancipada y se apodera del área pictórica. Camejo usa -y abusa- de los trazos ligeros y curvos, de los continuos chorreados, recursos premeditados para deteriorar la nitidez de las imágenes. Sus ciudades siempre son convulsas, no nos incitan al descanso, mas nos convidan a tener una vida nómada en la inmensa "jungla" urbana.o aquí...

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Luis Enrique Camejo: "Esa poesía que hay detrás de la mancha"

Victor Valido 24 de Octubre de 2016


Noctámbula, bohemia, la ciudad para Luis Enrique Camejo, es también el lugar donde acontece y se desata la vida contemporánea. No son sus intimidades ni escenas interiores los motivos de inspiración del artista. Su interés se sitúa en la relación fugaz, inmediata del hombre con su entorno. Camejo produce imágenes de la ciudad que recuerdan lugares de La Habana. Sin embargo, sus ciudades nunca dejan de ser espacios cosmopolitas y plurales.

Comenzaste a estudiar pintura oficialmente en la Escuela Nacional de Arte (ENA) en 1986 y posteriormente en el Instituto Superior de Arte (ISA), pero anteriormente recibiste clases de pintura en Pinar del Río. Coméntame sobre tu formación allí y que te aportó el ambiente de las escuelas de Pinar del Río.

Yo cursé la ENA del 1986 al 90, años muy buenos, sabrosos, comida buena y el transporte no estaba malo, fueron años de progreso aquí, en el 90 empezó la jodedera.

Desde que tengo conciencia siempre me ha interesado mucho la creación, tanto la pintura como las demás actividades creativas, y el entorno, bueno, te digo, en mi casa, sobre todo mi papá, que siempre fue muy creativo, estaba haciendo cosas, eso me educó un poco también en la manera de enfocar la realidad; otra cosa fue que yo siempre trataba de reflejar lo que me rodeaba, de dibujar yo. En aquel momento no existían los blogs estos de dibujo, pero yo cogía las libretas y las presillaba, y siempre estaba dibujando cositas y mis padres se dieron cuenta de esto y me llevaron a hacer las pruebas a la Escuela Elemental de Arte. También en el barrio donde vivía había un pintor que se llama Juan Soles Blanco Juanito, que yo lo veía trabajando y entonces me indicó más o menos las cosas como eran y ya cuando entro en la escuela de arte tuve gente muy buena al lado mío: estaba Wash, estaba Félix, Pedro Pablo Oliva que fue mi maestro de pintura, en el tercer año; y ya desde ese momento yo tenía 12 o 13 años, me di cuenta que eso es lo que yo quería hacer siempre. Pero no era tanto como ser solo un pintor, era también ser artista.

Me parece que hoy en día la gente quiere ser un artista porque el artista más o menos logra mantener un status social algo diferente a los demás, pero en aquel momento era como algo que los padres te decían de qué vas a vivir, aquí para poder vivir tienes que ser médico, abogado, y ser un artista, en aquel entonces era ser como un incomprendido por la sociedad.

Es un trabajo que te abre mucho el diapasón porque siendo un creador eres también una especie de investigador, un conocedor, un lector; entonces confluyen muchas cosas en ti. Diferentes tipos de experiencias, tanto científicas como sociales y artísticas. Es más difícil para un científico conocer cosas sobre arte que para un artista conocer cosas de la ciencia. Me parece que el arte, ser un creador o un realizador te permite conocer muchas cosas que trascienden y de la cual este muchas veces se nutre. Tiene que ver con la ciencia, con la religión, con la arqueología, con la arquitectura, con la química, la física; si te metes en el mundo de la fabricación de los materiales es más amplio y complejo todavía. Es un mundo muy rico, que se puede explotar muchísimo y tiene muchas posibilidades y le da al artista muchos caminos. Yo desde que comencé cuando niño dije que eso era lo que yo quería hacer.

En Pinar del Río pasé todos los niveles que se podían pasar. Después vine para la ENA con 15 años, allí estudié 4 años y después pasé al ISA que está en el mismo lugar.

Cuéntame sobre tus maestros las escuelas de arte.

Antonio Vidal, tuve a Tomás Edson, Fernando Gómez, Carlos Alberto García, Flavio Garciandía, José Heredia, Eduardo Ponjuán y a René Francisco, Lázaro Saavedra, o sea, tuve bastante gente a mi lado de diferentes posiciones en el arte; unos más conceptuales, otros más técnicos pero fueron muy buenos maestros. En el ISA igual, no solamente en la pintura o en las artes plásticas como tal, también tuve muy buenos maestros de estética y filosofía. Tuve a Eduardo Alves que es un gran pensador. Me enseñó a ver el mundo con otra óptica, a ver la filosofía con otra mirada, no solamente desde el ángulo Marxista -Leninista sino desde toda la historia de la filosofía, a partir de las investigaciones de Nicolás Abbagnano. Nos introdujo en una visión más amplia de esta esfera, además que vivió en la Unión Soviética y pudo estudiar la obra de Marx y de Lenin a fondo en el idioma y la realidad, y nos enseñó ese otro punto de vista de la filosofía marxista. Tuve a Madelín Izquierdo, a Lupe Álvarez, Magalys Espinosa y así un montón, ahora hay muchos que no recuerdo pero que influyeron en mí de mil maneras.

¿Los cuadros que haces hoy es la evolución de un primer estilo y técnica o ha sido siempre lo que has hecho en toda tu carrera como artista?

No, yo he variado mi trabajo un poco. Estos cuadros que tú estás viendo hoy comenzaron por el año 2000, hace aproximadamente quince años y vienen producto de otras inquietudes. Yo a principios empecé con influencia más bien de los informalistas, de Dubuffet, de Alberto Burri, de Antonio Tápies hacía una obra que estaba más cerca al arte matérico.

Después empecé a investigar en la pintura por los 90, referente a lo conceptual, a partir de la idea del poli-impresionismo con la obra específicamente de Seurat, con esto del puntillismo, de la desintegración de la pintura, pero era un discurso muy conceptual, a partir de técnicas. Lo que decía en mis cuadros en ese momento era muy referencial y autorreferencial, o sea, hablaba del problema del artista, de la concepción del artista en el mundo de la creación. Pero poco a poco fui dándome cuenta que yo mismo me estaba poniendo límites en la creación hasta que llegué a este trabajo a partir de la fotografía, haciendo fotografía experimental empiezo a investigar estas técnicas del fuera de foco sobre los temas urbanos, escenas de ciudades y desde el año 2000 estoy trabajando en esta serie que está dirigida fundamentalmente a la ciudad, a lo urbano, a la pertenencia del hombre a un entorno construido por el mismo.

Podemos ver que ese es un tema evidentemente recurrente en tu obra: la relación hombre-urbanismo. A qué se debe recurrir en este tema.

La ciudad en mi obra es como un símbolo internacional. La mayoría de mis cuadros son de La Habana porque es la ciudad donde vivo, pero realmente hay muchos cuadros de todos los países que he tenido la suerte de visitar y con los que de algún modo he tenido algún tipo de comunicación y es observar la ciudad como un elemento inherente al hombre. Yo creo que hoy en día más del 70% de la población vive en las ciudades y todos los parámetros en cuanto a ciencia, filosofía, estética, arte, todo nace y fluye en la propia ciudad. Hoy en día las ciudades son el foco de desarrollo de lo humano.

Detrás de estas imágenes urbanas a tonos grises, ocres, sepias y magentas dejando de lado lo sensorial, ¿Qué filosofía consideras tú que hay plasmada en estos cuadros?

Mucha y ninguna. Yo no pienso nunca que cuando hago un cuadro estoy partiendo de un estudio filosófico determinado. Mi trabajo, a diferencia de algunos artistas cubanos actuales que tratan de hacer una obra muy dada a la idea, o sea, que haya algo detrás de la obra, a expresar esa cosa narrativa, esa cosa anecdótica, a tratar de buscar un sentido, un mensaje superior o algo así, está más cercano a lo psicológico y a lo emocional que a lo anecdótico.

Si tú ves mis cuadros, no te están describiendo una problemática determinada, ninguna situación específica, no remiten a algo específico, más bien están intentando despertar una sensación. Una sensación que puede estar mediada por la nostalgia, la melancolía o la alegría. Es una imagen muy cercana a lo fotográfico, al final son como fotografías, fotografías trabajadas desde el punto de vista de un artista, tratando de eliminar un poco la paleta, esta cosa colorida.

Yo utilizo un solo tono, mezclo pigmentos y al final logro un color el cual me paso mucho tiempo tratando de lograrlo porque estoy tratando de recordar el lugar donde estuve, que intencionalidad le quiero dar y cosas así; entonces es como condicionar la mirada, como tratar de poner un filtro. Es como cuando tú vas corriendo por el malecón. Hay tremendo ruido y no quieres oír ese ruido de los carros porque tú estás con tu audífonos escuchando música, es como que estás en la ciudad pero al mismo tiempo estás en otro lugar, en otro mundo: tú estás viendo las cosas de otra manera y es eso un poco, es condicionar la mirada para que el espectador de mis cuadros vea las cosas, en este caso las ciudades, como yo quiero verlas, como yo las vi también en ese momento; quizás como cuando tu pasas a través de la ciudad en un carro cuando está lloviendo y tú lo estás viendo todo a través de un cristal sucio y empañado, o con hollín. Esa carga de suciedad, tóxica, que puede haber en una ciudad en determinados momentos y que te puede impedir ver las cosas claramente.

Pero si hay que pertenecer yo estoy muy cercano al existencialismo. Siempre he leído muchos textos de Foucalt, de Sartre, y siempre he dicho que tengo como base la filosofía del existencialismo porque siempre veo el mundo de una manera distante, sin mí adentro, como si lo percibiera a partir de mis ojos. Como si no estuviera dentro de él. Pero no me atrevo a decir que sea una verdad absoluta, que mi obra tenga mucho que ver con el existencialismo. Yo creo que eso se lo dejo a los esteta y filósofos.

Lo que siempre digo, que tanto todo el arte como mi obra, es una ventana abierta a la interpretación de los demás. Yo simplemente digo lo que quiero manifestar, el resto de las interpretaciones son válidas. He tenido la suerte que he podido confrontar mi obra en muchos lugares y culturas diferentes, tanto europeas, norteamericanas, asiáticas como latinoamericanas y, por supuesto, del patio. He podido confrontar y me he dado cuenta que la obra mía tiene ese carácter universal de poder ser interpretada, independientemente que las personas conozcan o no la ciudad que estoy representando. Esa poesía que hay detrás de la mancha, del gesto de la pintura, creo que ha sido bien asimilada en culturas tan diferentes.

¿Qué significó el Premio Nicomedes García Gómez en 2003 para Luis Enrique Camejo?

Ese premio fue importante para mi carrera porque llegó en un momento que la pintura realmente parecía como que empezaba quedar desfasada, entonces mi trabajo estuvo como que atrás, yo sentía que estaba atrás de la moda porque estaban los instaladores, los que hacían video-arte, los artistas del performance, y entonces la pintura tenía sobre sí, esa mirada sospechosa desde el punto de la crítica de si lo que uno hace es pintura, hasta qué punto tú eres un artista con una obra interesante o si tu obra es solamente comercial, lo que pretende es ser atractiva para un posible comprador. Ese tipo de criterio influyó mucho sobre mi trabajo. Muchas veces no me invitaron a exponer en salones de arte contemporáneo porque no tenía una obra fuerte. Y ese premio como que giró las miradas de la crítica, de nuevo, hacia la pintura, específicamente hacia mi trabajo. Yo no sé si fue totalmente a causa de eso, pero inmediatamente empezaron a publicar cosas de mi trabajo en la prensa cubana e internacional y comenzaron a llamarme para diferentes eventos.

El premio fue bueno. Yo nunca pedí nada. Para mí fue una sorpresa. Eso fue un concurso internacional que tuvo sede en España y participaron artistas del mundo entero. Y significó una gran sorpresa cuando me dijeron que había conseguido el primer lugar. Emocionante.

¿Qué otro reconocimiento de esa magnitud ha tenido tu obra en Cuba?

Bueno, en Cuba, muy poco. En Pinar del Río recibí una vez una mención especial en el Salón de Bellas Artes de Pinar del Río y el Premio del Instituto del Libro, igualmente en Pinar, pero pienso que el mejor reconocimiento que uno puede tener es que la gente te siga llamando, contando contigo, para hacer proyectos. Yo he percibido que, tanto los jóvenes artistas cubanos como los más legitimados, me tratan con cierto respeto, y no creo que sea solamente porque yo sea un tipo más o menos serio, ni más amigo, sino que siento que es por mi obra. Yo creo que eso es lo más importante para mí. El mejor reconocimiento que uno pueda tener es ese. El respeto a tu trabajo.