Crítica de Arte - Alejandro Tosco
"Un sujeto creador"
Contemplé por primera vez la pintura de Alejandro Tosco en
una exposición de su obra celebrada en la Sala del Casino de Santa Cruz de
Tenerife. Era el año 2000. Fue un momento crucial para él; no en vano había
decidido atender al llamado de la vocación artística, llamado que ningún
artista verdadero puede desoír. Me llamó la atención el hecho de que hubiera en
su obra dos polos de atracción muy poderosos: el mar y la tradición pictórica
canaria. De la primera, supe de su
afición a explorar los paisajes submarinos de la Isla; y de la segunda, me
confesó su admiración por la obra de tres pintores: Néstor de la Torre, César
Manrique y Manolo Millares; aunque era evidente al contemplar su pintura.
También sentía curiosidad por Óscar Domínguez;
pero no encontré huellas de este artista en su pintura, salvo quizá el capítulo perteneciente al
automatismo psíquico plasmado en sus famosas decalcomanías sin objeto preconcebido. En cuanto a los dos
creadores citados en primer lugar, Néstor de la Torre y César Manrique, cabe
destacar, que pese a sus diferencias -el primero es pintor figurativo y el segundo abstracto- se hallan unidos por un
estrecho vínculo del que sólo Pepe Dámaso ha sabido dar cuenta.. Sobre Manolo
Millares, le advertí que los aspectos estéticos que tanto le atraían o en su
obra no podían deslindarse de la intención ética y política que las imágenes de
su atormentada pintura transmitían, imágenes aleccionadoras, bien es
verdad, que entraban en contradicción
con la dimensión puramente estética y hedonista de la obra de los dos primeros
creadores. Véanse los juicios despectivos que en sus diarios y
correspondencia Manolo Millares formuló
sobre la obra de César Manrique.
De aquel primer encuentro con la pintura de Alejandro Tosco me interesaron las imágenes que simbólicamente remitían a las obras de César Manrique y Néstor, grandes intérpretes de la naturaleza insular. El mar, "viejo camarada de la infancia" (Tomás Morales) era el motivo iconográfico que servía a Alejandro Tosco para establecer un diálogo con el mundo creativo de estos dos artistas. Debo decir que siempre he visto en la pintura de César Manrique el desarrollo de la línea que, hipotéticamente, habría seguido Néstor si hubiera llegado a ser -murió relativamente joven- un pintor abstracto. Pero lo importante no fue el contenido de aquella conversación, sino el hecho de que se produjera. ¿Cómo es que un pintor contemporáneo, nacido en Canarias, se atreve a desvelar con tanta sinceridad las claves de su obra, que tienen que ver con la naturaleza (el mar) y con la tradición pictórica de la que abiertamente se reclama? ¿Y por qué no? -me pregunté entonces y me sigo preguntando hoy-. Debo reconocer que no encuentro respuesta a esta pregunta que yo mismo me hago ahora. Quiero decir que no entiendo cómo el reconocimiento de esta tradición inspirada en la naturaleza insular, tan rica en motivos, no ha encontrado en el arte canario, aunque cabe hacer contadas excepciones que confirman la regla, una respuesta autoconsciente.
Varios años después
tuve ocasión de contemplar la evolución de la pintura de Alejandro Tosco. Fue a
raíz de una visita que hice a su estudio, en
2011 .Quedé gratamente
sorprendido del rumbo que había tomado la misma, viniendo a mi memoria la
conversación que habíamos mantenido años atrás. De nuevo afloraban los tres
elementos que me habían llamado la atención la primera vez que contemplé una
pintura suya: Néstor de la Torre, César Manrique y el mar; pero con una novedad importante: ahí estaba un nuevo sujeto creador:
Alejandro Tosco, un joven pintor que mediaba o terciaba en aquel diálogo cuyo contenido no era sino la
relación inagotable entre el arte y la naturaleza de las Islas. Se trata de una
obra abstracta con fuertes reminiscencia figurativas derivadas de la percepción
del mundo subacuático. El elemento simbólico irrumpe con fuerza en la imagen de
unos ojos gigantescos que remiten a un motivo iconográfico arcaico: el Ojo de
la Diosa que preside, por ejemplo, las espirales de Martín Chirino. Este es el
plano simbólico que hallamos también en los ojos desmesuradamente abiertos,
como discos siderales, de los peces del Poema del Mar de Néstor, peces que
cabalgan sobre las olas en la noche oceánica. Peces cuyos ojos, desgajados de su cuerpo en la pintura
de Alejandro Tosco, autonomizados, sirven a la naturaleza para autocontemplarse
en el trance de su inminente desaparición: ojos
que hablan del peligro que se avecina, ojos proféticos que anuncian la
catástrofe, ojos que gritan.
Vemos así cómo la cadena de la tradición pictórica canaria revive en la obra de Alejandro Tosco, al menos en una de las líneas de la misma, la que reflexiona no sólo sobre los paisajes volcánicos del Archipiélago canario, sino también sobre la relación de sus habitantes con el mar que baña sus costas. Me complace saber que los eslabones de esta tradición no están contados. De este cadena sólo conocemos uno de sus extremos, el que se halla profundamente enraizado en las imágenes de la naturaleza insular. La pintura es un árbol del que sólo conocemos sus raíces, su tronco y alguna de sus ramas, no todas. La pintura es, sin duda, una experiencia perceptiva elevada a categoría estética y dotada de un valor simbólico que se manifiesta en el curso de la historia.
Fernando Castro Borrego
Catedrático de historia del arte por la Universidad de La Laguna y Vocal del Patronato del Museo Reina Sofía, Madrid, 2007- 2013
Su pintura densa es, a la vez, óptica y táctil, racional y sensible.
Supone un acercamiento a la realidad a través de los sentidos, pero sin descartar el análisis racional y la interpretación poética. Es fruto de un proceso en el que intervienen, visión y experiencia, acercamiento al conocimiento e interpretación sensible. Su resultado es la recreación de un mundo que se muestra con una fenomenología distinta, más pregnante y comprimida que su referente natural, más compleja y cargada de significado tras el viaje de ida y vuelta por el interior del artista.
Pilar Blanco Catedrática de Dibujo de la Facultad de Bellas Artes
Universidad de la Laguna.